domingo, 17 de febrero de 2013

GALLETAS CRUJIENTES PARA ALGUIEN ESPECIAL

... Y no porque sea (fue) San Valentín ... que también podría ser, sino porque como siempre digo y me vuelvo a reafirmar en ello, hacer galletas o lo que sea con dedicación, cariño e ilusión y luego regalarlas a esas personas que hacen que tu vida sea más bonita, más alegre y mejor es una preciosa forma de decirles ..." aquí está este pequeño detalle , cuyo valor material no es excesivo, pero llevan tanta dedicación y tanto deseo de endulzarte el día que convierten a un simple bote de galletas en algo que no tiene precio".Evidentemente no todo el mundo aprecia este tipo de detalles, pero yo procuro rodearme de gente que si sabe valorarlos. Qué importante es rodearse de gente así...
Hace unos días recibi un mensaje de una persona que está entre ese grupo de gente que vale la pena y con la que tengo la suerte de trabajar. Sencillamente me emocionó. Así de simple, y así de bonito.
Tengo a muchas personas  importantes en mi vida, unas están en ella desde siempre, otras aparecieron de manera casi providencial.
Una de las personas que llegó recientemente , calladita, discreta y toda generosidad y fortaleza (aunque muchas veces no se lo llegue a creer) es Jenny.
Jenny me ayudó a preparar las etiquetas que veis en los frasquitos de galletas...y lo que es más importante, me ayuda cada día a empezar mi jornada laboral con una sonrisa. Es mi querida imperturbable... como yo la llamo. Tiene esa clase de serenidad y templanza que unido a una gran generosidad hacen de ella una mujer de las que una se cruza poquitas veces en la vida. Yo he tenido la suerte de que forme parte de mi día a día.
Así que la entrada de hoy bien podría llamarse galletas crujientes para las personas más especiales de mi vida... porque ahora que lo pienso fueron varias las personas a las que fueron dirigidas.

Mi hijo fue uno de los catadores de estas  galletas... por un lado porque como reza el título de la entrada eran galletas para alguien especial, y el es una personita muy muy especial en mi vida, y por otro lado porque si te dice" están buenísimas ", puedes tener la completa seguridad de que es así. Los niños, ya sabéis, no suelen mentir.

Otro frasco de galletas fue para Gabriel... sobra decir los motivos. Sobran las palabras.

Llevé un frasco también al trabajo, y también allí tuvieron éxito, así que la receta puedo decir que queda muy recomendada.

Y ahora mis impresiones de estas deliciosas galletas.
Buscando en uno de mis blogs de referencia, el de la genial Su, de Webos Fritos, encontré esta receta de galletas que como me suele pasar con todas las recetas de esta gran cocinera, al verlas en esas fotos de extraordinaria calidad, y acompañadas de un texto delicioso, me puse rápidamente manos a la obra.  Fundamentalmente saben a mantequilla, que es a lo que yo creo deben saber unas buenas galletas, y tienen un toque crujiente en los bordes que les da el azúcar de caña, que las hace salirse de una galleta de mantequilla al uso.

 Esa camisa de cuadros me suena... jejeje... Y si, ella es muy dulce, así que era la modelo perfecta para sostenerlas...
                  Las etiquetas quedaron preciosas...
 
Como decía mas arriba, 100% recomendables.
Seguí la receta al pie de la letra según las instrucciones de Susana.

Ingredientes:

250 grs de harina de repostería.
190 grs de mantequilla a temperatura ambiente.
100 grs de azúcar.
Unas gotas de esencia de vainilla.
Una pizca de sal.
1 yema de huevo.
Azúcar moreno.

Elaboración:

Comenzamos tamizando la harina.
Batimos la mantequilla con unas varillas hasta que quede como una pomada.
Añadimos a la mantequilla el azúcar, la vainilla y la sal.
Entonces iremos incorporando la harina delicadamente y removiendo suavemente, solo hasta que los ingredientes se integren.
Dividimos la masa en dos rollitos. Los envolvemos en plástico film y metemos al frigo una hora.
Sacamos y los hacemos rodar sobre la encimera (esto es para perfeccionarles la forma).Aplastamos los extremos.
Al frigo una hora más.
Precalentamos el horno a 200º con calor arriba y abajo.
Batimos la yema de huevo y pincelamos con ella los cilindros.
Ponemos azúcar moreno en la encimera y hacemos rodar los cilindros de masa sobre ella, para que el azúcar se quede pegada a toda la superficie.
Cortamos rodajitas de un centímetro de grosos.
Colocamos estas rodajas de masa sobre la bandeja de horno previamente forrada con papel vegetal.
Introducimos al horno a 200º los primeros cinco minutos, luego bajamos la temperatura a 180º los últimos 8 a 10 minutos.



domingo, 3 de febrero de 2013

EN BUSCA DE LA PERFECTA ROSQUILLA ...

Las rosquillas no se encontraban entre mis dulces preferidos hasta hace bien poco... Mi relación con ellas tiene algo de extraño. Cuando era pequeña mi abuela Silvina las preparaba y le salían bastante ricas, pero aun así no llegaron nunca a posicionarse entre esos dulces inolvidables que saben a infancia, a despreocupación, a tarde de amasar junto a la abuela... a delicia. El porqué  me imagino que será porque el paladar también va evolucionando (afortunadamente) y muchos sabores que de pequeños no valorábamos ,un buen día descubrimos que se encuentran entre nuestros preferidos. A mi me ha pasado con multitud de alimentos... que yo recuerde ahora mismo se me ocurren estos... el arroz con leche, que en su día veía como una masa pegajosa  e insípida y que ahora encuentro una de las mejores creaciones de entre todos los postres del mundo mundial. En el libro Afrodita de Isabel Allende ella sueña que se lanza a una piscina olímpica repleta de arroz con leche y encuentra en este sueño el sumum del placer... me reí mucho leyendo ésta anécdota de la escritora chilena. El aguacate que en su día percibí como una fruta insípida y bastante aburrida y que hace ya bastantes años descubrí que formando parte de ensaladas, o combinado con tomate y cebolla formando un delicioso guacamole, o sencillamente con un toque de sal por encima y sobre una rebanada de pan sabe a gloria.


Pues hace un mes y medio aproximadamente tuve el placer de reencontrarme con un sabor a rosquilla que me dejó impresionada.
Las probé por casualidad en el centro donde trabajo. Tenían un sabor a limón y  a anís muy suave ... un dulzor en su punto ...De verdad, riquísimas.

Hace creo unos tres años mi amiga Inma y yo hicimos un experimento rosquillero del que ninguna de las dos quedó demasiado convencida. Desde aquel entonces las rosquillas quedaron sepultadas en el rincón de "postres que nunca volveré a intentar hacer".
Bueno, pues gracias a Alicia he tenido la ocasión de descubrir que las rosquillas no solo me gustaban sino que me encantaban, sobretodo cuando son de las ricas y bien hechas como éstas.

Cuando las probé me supieron taaan buenas ... que fui rápidamente a pedirle la receta. Y aquí la tengo, para compartirla con todos vosotros, porque cosas tan buenas como estas merecen ser compartidas.

           Edu enseñando su obra... ¡le quedaron riquísimas!
       Salieron bastantes rosquillas pero a la foto solo llegaron
       éstas ...
No me resistí a hacerle una foto a la receta manuscrita por ella, me pareció un precioso detalle... ¡Gracias Alicia!. Guardaré la receta con mucho cariño.
Es una receta a prueba de niños. Estas las hizo Eduardo en un periquete, y por la tarde las llevamos  a casa de su prima Sandra. Tuvieron muchísimo éxito.

Os dejo son la receta .

Ingredientes:
9 cucharadas de azúcar.
9 cucharadas de aceite de girasol.
3 huevos batidos.
La ralladura de un limón.
1/2 limón exprimido.
Un chorro de anís.
1 sobre de levadura "Royal".
Harina (la que necesite).VER NOTA MÁS ABAJO.
Aceite de girasol para freír.

Elaboración:

Mezclamos los huevos batidos con el azúcar, el zumo y la ralladura de limón, el anís y el aceite de girasol.
Luego tamizamos la harina junto con la levadura.
Añadimos la mezcla de harina y levadura a la mezcla anterior.
A continuación amasamos con las manos hasta obtener una masa manejable.

Formamos las rosquillas y freímos en abundante aceite de girasol.

NOTA:
Respecto a la cantidad de harina Alicia aconseja poner la cantidad suficiente para que pueda ser manejable, sin pasarnos y dejarla dura.
Muy importante también es la temperatura del aceite, que debe estar caliente sin llegar a quemarse, tratando de mantenerla constante.